lunes, 20 de febrero de 2017

Brillante 28 - La tela de araña


¡Muajajaa! ¿A que os he sorprendido? ¡Sí! ¡Solo he tardado medio siglo! XD

La plaza del ahorcado, dos niños ilusionados, una Amanda DramAmándica, una Leona con la espalda contra la pared...

No se puede ser mariposa.

Por raudo y veloz que suceda cualquier encuentro fortuito, cuando una lo rememora un minuto se extiende a una hora. Detalles tales como Smithy con la cabeza fija en dirección "el condenado" o el gesto creo que circunspecto de su señora, posiblemente fruto de un Qué narices está haciendo mi hija, me pasaron por alto en la media mirada que les pasé por encima al medir la distancia por recorrer para intervenir.

Ahora lo pienso y caigo en que es de lo más normal que Smithy se dejase caer por aquellos andurriales. Es un médico de barrios bajos, al fin y al cabo. A juzgar por la cojera del venidero fiambre colgante, no me extrañaría que le hubiese malcurado un hueso roto con sus manos de cobre. A veces me olvido de cómo nos conocimos el buen Smithy y yo, menos mal que lo escribo todo.

Tampoco presté especial atención a la algarabía creciente conforme le colocaban la soga al cuello, apenas si lo percibieron oído y rabillo del ojo más que estratégicamente. Toda mi atención estaba concentrada en la cara de Amanda y la trituración ósea que me estaba propinando la manita de Chop.

Las mejillas cuyo encendido rubor asomaba por la gruesa bufanda que la cubría, el par de centellas por los que devoraba mi imagen entera... Quizá algo acatarrada o más acalorada de la cuenta, puede ser, pero como una rosa estaba esta Amanda. O le habían mentido o había superado pronto nuestro último drama, cualquier opción es plausible. Es una caprichosa.

- Habla ¡otra vez! - murmuraba en tono bajo, veloz, febril. Ya es que ni me trataba de usted la muy maleducada, la cosa era grave.

Di un tirón, medio paso atrás. Respondió añadiendo la otra mano como quien sube la apuesta, ciñéndome cual cepo de hierro oxidado. Sus ojos eran chispas, ascuas locas de atar crepitantes en el manto cutáneo. Por un instante, en el mundo solo existieron esos ojos.

Luego existieron los gordezuelos dedos embutidos en seda color turquesa que se aberronchaban sobre mi pasmada cara.

RRRRRRRA.

Una visión nítida y periférica del patio se abría paso en la boca creciente del rasgón a la par que el chirriante ruido de la trampilla, el griterío, la soga, se abrían paso por los tímpanos y el dolor capilar se extendía del desprendimiento de horquillas, porque el mundo sería puramente sensorial al vivirlo, pero al recordarlo... 

Sé sin necesidad de que me lo cuenten que mi velo, ¡mi velo! fue brutalmente destripado en la literalidad de mis narices, que las zarpas de "todo soy pupilas" Amanda se ensartaron en la tela, que el condenado se condenó, que Chip chilló la que más ante la nulidad de rotura traqueal y que antes de que el moño postizo cayese con lo que quedara de jirones grises a los charcos con discreto ¡chop! yo ya había zafado la mano de Chop para cruzarle la cara de un ¡PLAFAF!

¡PLAFAF! amortiguado por los gritos.

Le arreé tal bofetón que la palma me ardió, ella cayó de bruces entre charco y charco de aguanieve del sopapo y yo misma perdí el equilibrio y corrí el mismo destino. Y vive Dios ¡que no me arrepiento de mis reflejos!

Es una de esas cosas que solo puedes permitirte cuando vas con faldas y a lo loco, como caballero como está peor visto. Y no puedo decir que no le tuviera ganas atrasadas a la niña desde... en fin, la niña se me había vuelto una mala bestia remojada que intentaba por todos sus pobres medios divorciarse del adoquinado y embestir, siiiin embargo, prueba tú a levantarte con la vestimenta victoriana femenina ¡de invierno! y el plus del agua bajo cero.

¡Ja! Eso te pasa por no tener a un hijo/secuaz que nada más caerte le falta tiempo para encasquetarte su gorro de lana en el cráneo y ayudarte a ponerte en pie. Para cuando se resbaló por segunda vez yo ya estaba en pie y silbaldo como una descosida El llamamiento de la cabra montesa (también conocida como Chip). Me gusta imaginar que en ese momento la aludida soltó un "oooh" y buceó entre la muchedumbre como el topo dorado del desierto en la arena hasta volver con nosotros.

Chop y yo no nos paramos a esperarla, dimos media vuelta e iniciamos la maniobra "Empujones a destajo". Amanda aulló...

- ¡Te he visto! ¡¡Sé que eres tú!! - más bien se desgañitaba - ¿¡Te crees que te puedes esconder de mí?! ¿¡De nadie?! ¡No te pareces en nada a una mujer! ¡No engañas ni a estos paletos! ¡Leo! - que se iba a quedar ronca - ¡¡LEEEEOOOO!!

No se lo tomo en cuenta, nunca fue muy lista.

Algunos se fijaron y juro por mi cacharrito lila que llegué a oír "¡Pelea de gataaas!", pero ¿qué es un altercado comparado con un hombre que se asfixia en la soga? Pues algo muy soso. Así que a parte de los muchos empujones y manos largas, la huida, complicada, no fue.

¿Te crees, lector mío, que nos quedó asfalto por pisar o calles por callejear? Pues no (¡ay, mi cardio!). Cuando mis niños se ponen pies en polvorosa, se ponen. Y no hablemos de sus carreras despistativas, que se escurrían por angostos callejones del grosor de mi antebrazo, trepaban vallas que me llegaban a la clavícula, ¡casi les pierdo yo! Se... se me enganchan las faldas a TODO.

Para más inri empezó a chispear en plena fuga. Para cuando llegamos al convento caía el diluvio universal, lo que está muy bien para perder de vista a la nada que nos persiguiera, pero para unos pies doloridos de correr, el remojón, fetén no es.

Digo yo que no es de extrañar que entre eso de tener el esófago en la campanilla y los niños llenos de barro dando guerra (les faltó tiempo para embarrar a cualquier monja que osara acercarse), me tomara mi tiempo para ponerme manos a la obra con el notición gaélico.

Total, que una vez amainado el día (ja, ja, ja, amainar, en Londres. Volvió a llover a la media hora fuera), aseados los tres y cubierta la mitad de mi complicada faz, mandé a Chip a por el periódico y me puse a interrogar a la población católica circundante, que de algo tenía que servirme que estuviera compuesta mayormente por sangre de las Tierras Altas.

Mientras la niña iba al recado nadie quiso decirme nada, que si no sabían de qué hablaba, que si mejor ocúpate de esos diablos que tienes por vástagos, que si qué gaélico ni gaélica, que si qué ha pasado con tu velo so indecente, que si el señor me llama no me distraigas...

Y tampoco quisieron confesar por más que les plantara el artículo en las ganchudas narices cuando volvió la criatura con los papelajos doblados bajo el brazo, envuelta por cierto en un fuerte y sospechoso aroma a regaliz. Sé que me sisa los peniques, pero esos cien años de perdón que se gana por robar a un ladrón.

Una de ellas, inglesa de pura cepa sin duda como "tuvo la bondad" de aclararle a esta pobre ignorante española, ni idea de quién ni cómo se llamaría, quizá Eliza Reed, a saber, "se apiadó de mí" y me explicó punto por punto lo más básico de lo básico: que esas irlandesas y escosesas no saben leer ni sabrán. Sucias le faltó llamarlas. Y fue estirando la barbilla hacia el techo mientras recalcaba el retintín de cada sílaba. Sí, definitivamente era inglesa.

A todo esto, pese a lo previsora que soy yo iba sin velo por la vida porque no tenía más que el despedazado, básicamente por esa sencilla razón de que era el único con el que veía algo. Los otros eran como los muebles de los tres ositos: o muy gruesos o muy opacos o muy imperfectos. Así que me las apañé tapándome de nariz para abajo con... la bufanda de Sherlock.

No olía a él. Había pasado demasiado tiempo y jabón quitasangre por esa prenda. Pero quizá, puede, cabe la remota posibilidad estadística de que me diera suerte, no en vano desde que la sisé mi fatal situación había ido a mejor. Por esa única y exclusiva razón y no por ninguna otra la llevaba conmigo periplo a periplo.

El amasijo de letras indescifrables se reía de mí, ahí enrollado en el bolsillo del abrigo. Estábamos a punto de salir, Chip y Chop vestidos y mulliditos de tanta lana a cuestas, mi cabeza sombrereada y bien tapada, ¿quė faltaba? Nada. Y dudé.

¿Sería verdad? ¿Trent reclamaba a Leo? Mucha casualidad sería que otro escocés ardiente le mandara una carta de amor pública al objeto de su deseo en pleno Londres, con lo racista que es.

Menuda fue mi sorpresa cuando ya decidida a marchar dijera lo que dijese el dichoso cifrado de las tierras verdes, no sin renegar por el camino de estos hijos de la Gran Bretaña que no saben lo que es poner un simple "vente p'acá" en la excelsa lengua de Cervantes, me encontré con la tremebunda visión del pater en el santo recibidor.

Rodeado de solícitas monjas y novicias que le felicitaban digo yo que por su estupenda labor con el ya finado ahorcado, se deshacía de sombrero y capa. Ni que decir tiene que seis o siete manos se dieron manotazos entre ellas para hacer de perchero.

Habría salido por la puerta de atrás, pero recordé que era irlandés. Lástima de esta buena memoria mía, nada más acercarme periódico por delante me echó la mirada: puro reproche reconcentrado. Ni desprevenido se le veía por verme de esa guisa, a un paso del pasamontañas sin lucir ni maquillaje por camuflaje (total para qué, para manchar). Jum... A malas podía hurtarle el paragüas.

- Ha sido absolutamente vergonzoso.

Las sor Citröen asintieron en sintonía, murmurando por lo bajini altini que si qué falta de decoro, que si de tal astilla tal palo, que si ya os decía yo monseñor que esta doña Leonor de doña tiene poco, que si comentarios racistas, que si qué poquita feminidad. La feminidad, otro escollo desconocido en mi camino que ni habría visto de no ser por los esfuerzos de Saint John en aleccionarme por mi bien en lo marimacho que soy.

- Padre, ¿sabe usted qué dice aquí? - yo a lo mío con el artículo.

Ni el rabillo del ojo quiso echar, se concentraba en quitarse los guantes de piel de cordero y fruncirme el ceño de Veinte avemarías.

- Montar semejante escena cuando la caridad cristiana reclama rezar por el alma de nuestro hermano sean cuales sean sus pecados, doña Leonor...

- Si vio el escándalo tampoco estaría rezando, ¿no?

Un aspirado ¡aaah! general.

- ¡El padre sabe hacer dos cosas a la vez! - faltó a la verdad una sor Citröen.

- Pero entonces no le prestó toda su atención al alma de Dios, ¿no?

¡Blasfemia, blasfemia! Bufé.

- Esto no va ninguna parte. - ya que chasquear las dedos no me sale, silbé y señalé al pater - ¡Chop!

Chop arrancó sombrero y capa de las frías garras del club de fans clerical, saliendo todos a escape (uno distrayendo, otras persiguiendo) al tiempo que Chip aterrizaba en los sacros pies de Saint John y los machaba al ritmo del taconeo digno de una sevillana y yo tomaba el paragüas ajeno y salía tranquilamente por la puerta grande. Pon unos mellizos en tu vida.

Pocas horas después aguardaba bajo una tromba de agua gorda, resguardada bajo la endeble estructura del varillaje paragüero.

Ah~, ¡mi amado! ¿Estaría dentro de la comisaría? Me acercaría. Había dos transeúntes en la calle, suficiente como para asomarme sin llamar demasiado la atención. Pensarás, avispado lector, que a una tendría que mosquearle ver a dos señores charlando bajo la lluvia, pero qué quieres que te diga, cuando no charlan cantan. Estos británicos son como sapos.

Y me asomé. Y un agente me miró. Y Trent, mi brazo fortísimo de la ley, estaba ahí de espaldas, apoyados los músculos de esas potentes extremidades superiores sobre la mesa más desordenada del mundo, exhalando humo como la chimenea sexy que es.

Y estaba asomada de más. Y el agente movió los labios cerca del comisario. Y él se giró, con esos ojos que son rayo y trueno. A punto de alejarme una ráfaga de viento me azotó las vértebras, levantando un palmo de faldas, y él vino, las piernas agarrotadas en el sitio, y su mano, su mano, ¡su mano!

Y nada, salió a la intemperie. Sin paraguas ni capucha ni gaita escocesa. Bajo la tromba de agua me agarró del hombro, me bajó la bufanda para acto inmediato subirlo en un visto y no visto, poco más y se me escurre el paraguas, poco más y se me escapa el corazón por la boca. Esto pasa por no planear al dedillo.

- Este olor solo puede ser tuyo. - quiso susurrar, pero no le salió.

Me costó escucharle entre la lluvia, el bumburubum de mi corazón y los silbidos insinuantes de los agentes ahí presentes apiñados en la puerta, hasta el par de transeúntes embozados bajo capas y paraguas parecían mirarnos. Por el rostro de Trent corrían los ríos que desbordaba la endeble estructura del varillaje.

Primero la voz y ahora el olor, ¿tan reconocible soy? ¡Si me había perfumado!

- ¿Cómo me has recono...?

- ¡Por favor! - y esta vez sí consiguió bajar el volumen - Este disfraz no engañaría ni a un ciego, se nota a la legua lo que escondes entre las piernas. - y alargó la mano y me apretó un pecho. ¡Me tocó! ¡Un pecho! - Más falso que un peluquín.

No sabía si sentirme ofendida. A quién quiero engañar, me había tocado un pecho: todo importaba un pimiento. Ni siquiera di gracias por la bendición de la combinación de tromba de agua y endeble estructura paragüera con que nos cubría, combinación que toda indecencia oculta a cualquiera a un palmo de distancia.

- Estoy aquí... porque tú lo has querido... - acalorada perdida, por la situación, el tocamiento, las prisas, todo - ¿O no me has publicado ese mensaje en gaélico en el periódico?

- ¿Gaélico? ¿Sabes gaélico? - boca confusa, boca que no entiende nada de nada.

De repente, la comprensión de todo.

- No has sido tú.

- ¿Por qué iba a enviarte nada en gaélico? ¡Nunca hemos hablado en gaélico!

Fue entonces cuando atravesó mis tímpanos la carcajada de Sherlock Holmes.

Continuará...

¡Tensión! ¡Intriga! ¡Dolor de barriga! ¿A que se echaba de menos?

2 comentarios:

  1. Al fin comento! Y con sólo dos días de retraso con respecto a la publicación! (Dónde está mi galletita? :P )

    Me encanta la descripción del proceso de Amanda en pleno DrAmandismo desde que se abalanza sobre ti " ciñéndome cual cepo de hierro oxidado", y con los ojos "ascuas locas de atar crepitantes", hasta el sublime momento de "Le arreé tal bofetón que la palma me ardió, ella cayó de bruces entre charco y charco de aguanieve del sopapo y yo misma perdí el equilibrio y corrí el mismo destino". Te juro que lo veía ante mis ojos xD

    No sé si quedarme con lo del silbido para "Llamamiento de la cabra montesa" o con "juro por mi cacharrito lila que llegué a oír "¡Pelea de gataaas!". No sé, no sé... difícil decisión, la verdad xD

    Me encantan las referencias a Jane Eyre (bueno, en general todas las referencias literarias, más allá de las propias de que sea un fanfic de Sherlock Holmes) que vas colando ahí como quien no quiere la cosa.

    Ya, sólo llevas la bufanda de Sherlock porque te da suerte. Ya, ya...

    La escena con Saint John y las sor Citröen es sublime xDD Y la puntilla de tus esbirros mellizos no hace más que mejorarlo. Me reía yo sola leyendo xDD

    Trent... jajajajajaja. Ay, por dios. Menudo arranque ha tenido.

    Vaya, vaya, así que todo es cosa de Sherlock Holmes. Se viene liada! *aplaude*

    Espero que los mellizos sigan contigo. Han sido elevados a la categoría de "Secundarios a los que amar mucho". Y tengo ganas de ver un próximo encuentro con Amanda xDD Y espero que no se hayan acabado las escenas con Saint John y las sor Citröen xDD Se les puede sacar aún jugo, creo yo xD

    Me he partido de risa con el capítulo y tengo ganas de leer el siguiente xD

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    1. ¡Al fin respondo, mil años después! XD

      En tal caso he cumplido con mi propósito narrativo. Amanda com todo se drama es que es muy agradecida para estas escenas. Me estoy dejando la palma leónida en carne viva, ¡y vale la pena, vive Dios! XD

      Haz como yo y escoge ambas. #OrgulloHarem verbal. XD

      Muejejeje, y te van dedicadas. Si es ya entrado el terreno clerical la tentación es muy fuerte como para ignorarla. XD

      Estoy viendo al turiano del Consejo con sus comillas desde aquí. XD

      Empiezo a ser una villana de postín, ¡de postín, dé postíiiin! [Sale Lumiere de fondo]

      Entre Trent y Sherly una no se aburre. Trent es Eros y Sherly Ágape~

      Las sor Citröen son los nuevos agentes del comisario. XD
      Y VOLVERÁN. XD

      Espero que te haya gustado. XD

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