miércoles, 10 de mayo de 2017

Transparente 04 - Humo


Buscar trabajo no es nada divertido, ¿dónde quedó la alegría carente de preocupaciones laborales de mi época estudiatil? ¡En mis lágrimas!

Abandonamos a Loki, conocimos al doctor Strange y en esta introducción tan larga la historia de nuestro espejo mágico personal a quien el buen doctor ha bautizado como Oma todavía nos quedan recovecos y presentaciones que llenar. ¿Qué ocurrió en Alemania? ¿Cómo pasaron de verse a conocerse? ¿Soy yo o la tensión sexual entre estos dos se podía palpar y degustar a lametones desde el minuto uno? Obviamente soy yo, no en vano soy la escritora. XD

¡Todo eso y mucho más...! Capítulo a capítulo.

Ni soy tu sol, ni tu luna, ni tus estrellas: soy tus nubes.

Oma vestida de azul irrumpía en el centro médico, como tantos otros viernes, lunes o jueves, como Pedro por su casa. La sonrisa de oreja a oreja que traía puesta resultaba tan rutinaria como su característico trote de potro o el cotoclonc, cotoclonc del bamboleante marco golpeándole los muslos, ¿era por ello menos justificada?

¡Nada más lejos! Por tercera vez consecutiva en lo que llevaba de semana había doblado la esquina, subido y bajado escaleras y recorrido pasillos sin tropezar ni darse mamporrazos ni una sola vez. Poco motivo de alegría tendría si calculara la estadística de las 478 ocasiones en que había pisado y patinado por aquel suelo, pero afortunadamente el don de la sabiduría era infinitamente más difuso y menos cansino sujeto al físico cárnico.

Sin necesidad ninguna desaceleró el ritmo al pasar junto a la mesa de recepción, ¡qué novedad! No hizo falta siquiera que la oronda ama del mueble alzara la vista para que su gruesa y morena y pecosa manaza obstruyera el acceso al cesto de caramelos. ¿No se supone que son para todos?

- Ermeguncia~. - trinó la armoniosa voz de Oma, cual cascabel de serpiente - ¿Sabes que los ornitorrincos sudan leche?

- Por mí como si exudan vino tinto y ponen huevos de plata. - tronó la normalucha voz de la recepcionista cual camionero cazallero, provocando que los serpenteantes dedos de la muchacha se alejasen del cesto - Esta vez NO. COMERÁS.

¿Por qué pediatría sería tan remilgada con los caramelos gratuitos? Odontología no ponía reparos.

- ¿Y sabes que tu cuñada ludópata se ha fugado esta mañana a Las Vegas en cuanto has cruzado el portal?

El estrujamiento de envoltorios por los crispados dedazos de Ermeguncia, la bonita sonrisa de Oma carente de toda maldad. Los desdichados caramelos solo sufrirían un poquito más.

- Tú no lo sabes.

Un par de parpadeos que agitaron el par de alas de mariposa que tenía por pestañas. Para más inri, la yema del dedo le aterrizó justo en medio del labio inferior, de esa carnosa farsa de inocente labio inferior en forma de corazón. Ermeguncia tragó sonoramente la mucha bilis acumulada en la boca.

- ¿Como tampoco sabía que tu dulce hija se había hecho un piercing?

Se hizo el silencio. Quizá le pasase por la cabeza la espantosa imagen de la perforación por chincheta. Una infección muy fea. Un segundo, dos segundos...

Al octavo ya trotaba pasillo arriba con el tesoro azucarado en mano, haciendo gala del prodigio de la coordinación que con esfuerzo se había ganado. Entre índice y pulgar y dentadura asía y mordía la pajarita de plástico, de un tirón la abría y se la disparaba a la boca como haba desgajada de la vaina.

Así iba triturando caramelo tras caramelo mientras Ermeguncia permanecía hecha un ovillo tras la protectora mesa con el móvil aplastándole la oreja en lugar de salir pies para qué os quiero para casa como Oma había previsto. Una reacción fascinante. Las cosas que no sabía eran el nº2 en el podio de sus favoritos (la medalla de oro se la llevaba su recién adquirido equilibrio).

Cruzada la puerta de la neuro-élite tenía el cesto vacío y los carrillos llenos. Una tumba de mimbre para los cuarenta envoltorios huecos que echó al primer asiento vacío que vio donde ni contenido ni continente llamaron la atención. Le recordaban a ella.

La diferencia primordial era que allí, salvando los visitantes rotativos que eran los pacientes, ya esperaban verla y se fijaban. Un par de enfermeras le volvieron la cara, un amigable residente la saludó con un gesto del mentón y un Acosadora articulado, la interna Mary en su sempiterno estado de sudores fríos y calientes rodándoles por la frente medio la informó, medio murmuró para sí lo que ya sabía.

¿Y qué si el doctor seguía operando? También había seccionado el tumor y no se lo decía. Estaba meneando las caderas y no se lo decía. Adivinaba canciones como ella consumía bolas de azúcar ¡y no se lo decía! Claro que no hacía falta, tampoco que le notificaran cuántas veces había ido al baño y evacuado. Ya lo sabía. Todo lo que hiciera el doctor simple y llanamente lo sabía.

Oma olvidaba a menudo (con gran satisfacción) tener en cuenta que Mary Sue era básicamente estúpida, como toda su especie ¡tenía que serlo! ¿Cómo sobrevivir si no? El mundo rebosaba estímulos.

¡Ah, el agónico nacimiento...! Jamás lo podría olvidar, entre otras cosas porque o le pegaban un tiro muy bien dado o era físicamente incapaz. Las luces y color y ruido abrumador, el torrente de datos como tormenta de jeringas traspasando la carne nueva que los habría de guardar y procesar estaban bien almacenados en la memoria para revivirlos en cuanto se aburriera.

Ciertamente hubiera preferido que el rayo azul de aquella lanza tan desaprovechada le friera el cerebro y con ello todo contacto con sus narices, oídos, lengua, ojos y hasta piel. ¿Y se suponía que conocer cuál es la llave de tu libertad desde el milísegundo uno y ser incapaz de tomarla era el tormento eterno? ¡El demonio sabía tanto como Mary Sue! Con lo tranquilita que estaba ella...

Y aburrida. E insensible. ¿Tan malo había sido sentirlo todo... y nada? Sin concentración, con el don retorciendo cada mínima sensación... La tocaban al tiempo que él bajaba a zancadas y el antiguo amo que acababa de abandonarla la liaba parda, esos dolorosos bultos que gritaban por médicos no se sabía ni cómo respiraban ni cómo lo soportaban. Sí, lo había sido.

Pero luego... hubo oscuridad.

El hálito.

Y Stephen Strange.

Un alivio, un respiro, una plenitud. Alivio al aclarársele la vista que, dilatada, no se distrajo en otra cosa que en la primera visión: su rostro. Respiro al gozar la vigorizante sensación de la cabeza hueca, el respiro del ignorante que sabe, pero no de continuo. Plenitud... porque el saber se concentraba en el doctor Strange.

De ese mismo instante la inmensidad del conocer se ceñía, estrechándose en su niñez, que la enternecía, sus estudios, que inmediatamente la aburrían, su actual ejercicio del deber, que  la salvaba. Pasado y presente. Ella y él. Estaban conectados. El nuevo amo. Ella... estaba... llena.

Que horas después la sellase con su sangre de forma evidentemente premeditada fue...

¡PATAPAM! Mano ajena, hombro suyo, bote, ¡glups!, patinazo. Si caminas, no rememores.

- ¡Por Dios! - la misma mano la ayudó a levantarse (entre tosidos caramelizados), ¡hola, doctora Palmer! - ¿Cómo has esquivado las cicatrices toda tu vida?

- Buenos días por la tarde para ti también, doctora. - saludó Oma recolocándose el tabique nasal - ¿No deberías de estar en urgencias?

Cristine Palmer, tan elegante y preciosa como de costumbre, resollaba tras haber perseguido por pasillos y escaleras a la loca esa. ¿Se podía saber por qué subía y bajaba el mismo tramo de escaleras... ¡a esa velocidad?! Pues porque hacía tiempo mientras el amo seccionaba y toqueteaba sesos, disfrutando del trajín caminante tanto como le asombraba que el ser humano medio prefiriera el ascensor al uso de su par de piernas sanas. Pero nunca se lo diría.

¡Mmm, la encantadora doctora Palmer! Cuando estrecharon las manos por vez primera volvía a estar soltera, por suerte para ella. El primer pensamiento que pasó por la cabeza de la buena Cristine fue que ya tenía bastante con un individuo extraño en su vida. El de Oma, que estaría deliciosa con salsa picante.

Oma quiso entablar conversación, sería divertido que el doctor las volviese a ver juntas. Sin embargo, antes de tal cosa roció su aliento invasor de aromas artificiales limoneros, melocotoneros y manzaneros las fosas nasales de la agotada mujer, que ipso facto miró a izquierda, derecha y atrás ("arriba" se lo saltó). El cesto.

Hizo una mueca. Oma la imitó, viejas costumbres. La mueca se profundizó, ¡unos surcos...!

- Oj, ¿otra vez? Mezclan los caramelos de café con los de menta y los de frambuesa, y tú vas y te los zampas todos juntos. ¿Cómo te puede saber bien?

- Oh, sabe asqueroso.

Pero a ella me gustaban todos los sabores, hasta podría disfrutar de la gastronomía inglesa. Cualquiera salivaría hasta con la bazofia si se pasara un milenio, centuria arriba, centuria abajo, sin los placeres de la carne.

- Déjalo... Por lo que más quieras te lo pido, deja de colarte por donde no debes. - ¡cómo resollaba! - Ya han despedido a cuatro guardias de seguridad, no puedes...

¿Y ella qué culpa tenía de que no le prohibieran la entrada? Toda. ¡Ups!

Con gesto de Estoy demasiado ocupada para estas chorradas (que reflejó el espejo viviente), la paciencia infinita de la doctora inquirió a la entrometida muchacha sobre a qué había venido. Oma alzó las cejas muy ufana para responderle que iba a acompañar a su ex churri allá adónde su rival no quería acompañarlo, porque los segundos platos también tienen esa cosa llamada orgullo.

En dicho momento las enfermeras que le habían girado la cara se aproximaron, agazapadas como hienas al borde del inevitable ataque de risa. Una golpeaba rítmicamente el brazo de su compañera.

- ¡Tengo que probar...! - cuchicheaba la voz cantante - Señorita...

Palmer se señaló a sí misma, como diciendo: ¿No te sabes mi nombre?, pero Oma sabía muy bien a quién se dirigía.

- Espejo mágico.

Por supuesto aquella doctora que había perdido su valioso tiempo en perseguirla puso los ojos en blanco, como si no se lo creyera. ¿Cuántas veces tendría que repetirle que solo decía la verdad?

- Oma es un apodo... - que le puso el doctor, el pecho henchido lo aseguraba sin necesidad de más palabras.

- Me da igual, necesito saber si mi novio me pone los cuernos. - la enfermera anónima ahí, apremiante - ¡Leéme la mano!

Y se la tendió. Por supuesto que Oma la desvió con un dedo.

- No sé. Pregúntamelo en verso.

Ahí la enfermera amiga estalló en carcajadas. Palmer no sabía dónde meterse, a la presunta cornuda no se le ocurría ni la rima más fácil de los nervios (aderezados de vergüenza), así que Oma, como ser caricativo que era, se contempló en la pulida superficie del marco que otrora la sostuvo. Y a su extrañado reflejo preguntó:

- Reflejo, dame el placer,
¿el novio le es infiel?

Y a sí misma se respondió, echando la mirada a la interesada.

- Solo la carrocería de su moto
obtiene el tiempo, mimo y voto
que requieren los amantes numerosos.

Así se fueron las enfermeras, la una muerta de risa, la otra al grito ¿¡que le hace qué a la moto?! y ¡Lo sabía, si es que lo sabía! Los dedos de Oma tamborilearon sobre el marco. ¿Y Palmer no le preguntaba nada? Una risilla.

- ¿Por qué iba a hacerlo?

- Todo el mundo lo hace.

¿Stephen también? ¡Stephen el primero! Le había hecho gracia que Oma insistiera en lo que era una verdad objetiva: su nombre era Espejo mágico. Para tener tanto trabajo le estaba dando mucho a la sinhueso, sería que le caía bien. A Oma se le ruborizan las orejas. Cristine en realidad preguntar, preguntaba, pero se negaba a hacerlo en verso. Tampoco es que hiciera falta si siempre decía la verdad, ¿no? Pues no, pero entonces no accedería a la mayor base de datos.

- Me preguntó lo lógico y natural: quién era la más bella del reino.

- ¿Y cuál fue la respuesta? - ¡uy, ese repentino interés...!

- ¿De qué estáis hablando? - ¡esa voz potente, del que lo peor se teme!

Al fin el doctor Strange entraba en escena, y la carita de Oma se volvía radiante en consonancia. Estaba un pelín manchado de sangre, de un chinguetazo de fluidos vitales caído en la bata absolutamente fácil de esquivar pero accidental sin duda. Oma avanzaba abriendo los brazos, Strange retrocedía poniéndolos en cruz. Oma alicaída.

- De nuestra primera conversación. - contestó la niña, poniendo índice sobre índice, yema con yema.

¡Qué nervioso!

¿No quería que ella lo supiera?

¿Estaba repasando la escena con el poder de su prodigiosa memoria?

No podría haberla pasado por alto ni queriendo, la figura de aquella mujer resaltaba entre la relativa multitud como caléndula entre cardos... menos por aspecto que por actos.

Sin duda ofrecía una imagen encantadora con su vestido de noche blanco perla de amplias faldas, espesos tirantes como vapor y ese buen talle ajustado, rematando con los guantes largos, el modesto moño engalanado por una fina diadema y el contraste cromático de la cinta negra por gargantilla que llevaba al cuello.

Sin duda, de no ser por el guante que llevaba por bolso al brazo o el sembrado de miguitas de hojaldre sobre el busto, de no ser por el récord de cadavéricas bandejas recién vaciadas a su paso, de no ser por ese marco encadenado con literalidad al cinto por una cadena que había visto días mejores, y...

Sobre todo, de no ser porque la había pillado pasándose la ponencia apurando vasos, sacando brillo al vidrio con esa rosada lengua, devorando una aceituna tras otra, mordisqueando el hueso que al tercer contacto con los marfileños cuchillos de su boca se partía para desaparecer garganta abajo inmediatamente después.

No, podría haberla pasado por alto si hubiera querido, pero no quería. Y ella tampoco. Por supuesto, el neurocirujano no habría reparado en ella si la susodicha no lo hubiera permitido. ¡Pobre! No era una sonrisa dulce, era un retorcido rictus de pura satisfacción.

Continuará...

¡Nos acercamos al gran momento! Uf, qué largo me ha quedado el capítulo y qué kilométrico me habría quedado de no haberlo recortado, espero que lo hayáis disfrutado y no se os haya hecho pesado. Por mi amor propio y tal. XD

2 comentarios:

  1. Querida, tu palito no sólo es sorprendentemente insistente, sino que además, al estilo de Groot, es muy expresivo para ser un cacho de madera, y ahora mismo se las está apañando para declarar que toda mi familia y mis vacas son objeto de vergüenza y que todo es culpa mía por ser una vaga.

    Dicho esto, y con tu palito atento, paso a comentar el capítulo xD

    Está claro que en Odontología tienen visión de futuro y para los negocios. Espíritu emprendedor, creo que lo llaman xD

    Lo de la conexión entre Oma y Strange es muy interesante, y creo que puede dar mucho juego xD

    Lo del apetito desmedido de Oma es algo sobrenatural o tiene que ver con lo de experimentar todo lo que no ha experimentado en siglos? xD

    Me ha gustado. Tranquilito, de transición. Has presentado a los personajes, ya has establecido la conexión entre Oma y Strange (que espero que explotes, porque le veo potencial), ha quedado claro cómo ven a Oma y más o menos cómo se percibe a sí misma.

    Tengo ganas del siguiente!

    Y de Brillante xDD

    Y, sin más, te devuelvo tu palito mágico hasta la próxima ocasión ;)

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    Respuestas
    1. Soy única para darle vida y moral a objetos inanimados. Y que los aclamen y hasta les hagan homenajes como a la inanimada barra de carbono. XD

      Y avaricia. XD

      Eso espero, que dé juego y siga sorprendiéndote. XD

      ¡Ambas cosas! Además, ni siquiera recuerda lo que es comer, con eso de vender los recuerdos esas papilas gustativas están por estrenar. XD

      Lo dices para consolarme... ;^;
      No das puntada sin hilo. XD

      El palito está satisfecho... de momento. XD

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